Por Robert Marcial González
En homenaje a mi Maestro Jorge Alejandro Amaya
Relatos y manuscritos provenientes de la Ilustración Renacentista definen al HUMANISMO como un movimiento filosófico, político, ético y cultural que reivindica que los seres humanos -mal que le pese a los eternos “especialistas en mandar”- tenemos el derecho y la responsabilidad (la obligación agrego yo) de dar sentido a nuestras vidas y a nuestros proyectos existenciales a través del ejercicio pleno de nuestras libertades y capacidades. Los orígenes del Humanismo, grosso modo, se sitúan a finales del Siglo XIV y principios del Siglo XV y entre sus exponentes más destacados figuran intelectuales de la talla de Dante Alighieri, Petrarca, Erasmo de Rotterdam, Pico de la Mirandolla, Montaigne, Tomás Moro o también, ya en el Siglo XVIII, Rousseau o los Enciclopedistas, Diderot, D´Alambert y Voltaire o incluso, ya de este lado del mundo, Thomas Jefferson, John Adams o los Federalistas, Madison, Hamilton y Jay por citar solo algunos…
A ese puñado de personas que supo rescatar el legado de virtud cívica acuñado por los grandes pensadores greco – latinos y cuya labor fue apuntalada con marchas y contramarchas constantes a lo largo de los últimos 250 años, el mundo occidental debe el prodigio de la convivencia democrática, entendida esta, no solo como un método aritmético de toma de decisiones sino, desde una doble perspectiva complementaria, como un modelo de relacionamiento comunitario que permite hacer efectivas la libertad, la igualdad y la dignidad de todos los ciudadanos así como un esquema filosófico, político y jurídico que propicia (en aquellas personas que se lo proponen) el cultivo genuino de la autonomía en beneficio propio y de toda la comunidad.
Debido a que los enemigos del proyecto de vida comunitario están siempre -y desde siempreal acecho, las sociedades que apuestan por la Democracia requieren de la labor de esos héroes quijotescos que con su empeño cotidiano nos ayudan en la tan difícil como necesaria tarea de resistencia para así repeler los proyectos invasivos, desbordantes, personalistas, populistas o totalitarios que buscan anular el pensamiento crítico, el intercambio reflexivo y el debate cívico amplio y robusto.
Penosa y preocupantemente, debido a una serie de eficaces artilugios urdidos por los apologistas del consumo y el entretenimiento embrutecedor, a lo largo y ancho de occidente, el proyecto de convivencia democrático ha sido reducido a un simple ritual electorero vacío de contenido donde el ciudadano, lejos de participar de manera activa y crítica en la edificación del proyecto vital comunitario y personal, se limita a validar cada 4 o 5 años los humillantes términos de una relación de poder asimétrica y patológica ofertada por mesiánicos pseudo iluminados que se auto proclaman salvadores.
En ese contexto, escasean cada vez más los referentes capaces de contagiar, estimular y promover las virtudes cívicas y humanistas requeridas para apuntalar genuina y coherentemente valores como la libertad, la tolerancia, la pluralidad, la diversidad, la transparencia, el pensamiento crítico y los controles férreos al poder público que cimientan a la Democracia de corte Constitucional.
Empero, por extraño que parezca y como desafiando esa mirada fatalista y resignada de grandes intelectuales paraguayos del Siglo XX como el Maestro Augusto Roa Bastos o el jurista Teodosio González quienes definieron al Paraguay como “una isla rodeada de tierra” o “el país del infortunio” respectivamente, en los momentos cruciales y decisivos siguen apareciendo referentes humanistas capaces de erigirse en antorchas útiles que, al igual que Sócrates a los atenienses, interpelan críticamente a los ciudadanos en el difícil y complejo derrotero de ascenso que debe transitarse si se desea abandonar la caverna platónica que habitamos y reivindicar así el privilegio que aporta la condición de ciudadanos responsables por sobre los denigrantes esquemas de relacionamiento signados por el servilismo, la obsecuencia o el fanatismo.
Por extraño que parezca, insisto, en momentos cruciales y decisivos, el azar, con su desconcertante sabiduría y su misterioso modo de operar tanto en los asuntos cotidianos como en los temas esenciales, permite que de vez en cuando aparezcan HUMANISTAS incansables capaces de pregonar a través del ejemplo y el testimonio de lucha… Esos referentes humanistas que, por derecho propio, ocupan un sitial de privilegio entre aquellos imprescindibles a quienes con justicia poética aludía el dramaturgo y poeta germano Bertolt Brecht.
Es, precisamente, el caso de mi MAESTRO JORGE ALEJANDRO AMAYA. Si bien nació en Buenos Aires, es desde hace muchos años un ciudadano del mundo! Jurista e intelectual de reconocida solvencia, cultor apasionado del debate público amplio y robusto, referente humanista convencido de que las ideas que perfilan al Constitucionalismo Democrático son las que permiten la evolución de las sociedades y del ser humano y, además de todo o mejor, por sobre todo, un ser humano entrañable, solidario, generoso y comprometido genuinamente con su entorno y con la comunidad. Entorno y comunidad que, para dicha de muchos -entre los que me incluyo-, abarca también a ese pedacito de suelo que se llama Paraguay y al que tanto amamos quienes allí decidimos (con) vivir.
El compromiso genuino del Profesor JORGE ALEJANDRO AMAYA para con su entorno y la comunidad, se torna palpable no solo a través de los incontables espacios de intercambio reflexivo que no deja de propiciar en toda Latinoamérica e Italia sino también, a través de la incesante producción académica y cívica que se traduce en la publicación de muchísimos libros donde reflexiona sobre el Constitucionalismo, la Democracia, la organización del Poder Público, los límites a las mayorías, los mecanismos de protección de las minorías, el perfil de las Instituciones que tienen a su cargo administrar los temas polémicos que dividen y enfrentan a las sociedades, la responsabilidad que compete a los ciudadanos y a la sociedad civil y, más recientemente, en torno a las fronteras que cabe identificar y delimitar a la hora de reflexionar críticamente sobre el papel que cumplen los órganos del Sistema Interamericano de protección de Derechos Humanos…
Precisamente, en una época signada por nuevas formas de oscurantismo donde agoreros y todólogos pontifican impunemente en redes sociales o infiltran los poderes públicos, el Profesor JORGE ALEJANDRO AMAYA nos muestra a través de sus libros que es factible que los ciudadanos aprendamos a administrar nuestras legítimas e inevitables diferencias con altura y dignidad. Ejercitando ese grado de humildad propio de los grandes MAESTROS, Jorge Alejandro Amaya nos brinda insumos críticos para dimensionar que resulta de fundamental importancia para la salud del proyecto comunitario que los ciudadanos nos involucremos en la construcción de las decisiones públicas y en la férrea tarea de control al ejercicio del poder político. Con humildad, sencillez, calidez y alegría vital extremas, las ideas y reflexiones que el Profesor Amaya plasma en sus libros marcan que existen alternativas humanistas que pueden explorarse para que los ciudadanos aprendamos a encontrar en la cultura y el conocimiento profundos una alternativa virtuosa capaz de mostrarnos que es factible ensanchar las bases del proyecto democrático para tornarlo más inclusivo y para que el Estado deje de darle la espalda a la ciudadanía y cumpla de una vez con su compromiso tuitivo en todos los niveles.
Los libros del Profesor Amaya (incluido el que acaba de presentarse en el marco del Encuentro propiciado por la Universidad de Bolonia en Asunción y que sirvió de excusa para esbozar estas líneas) brindan herramientas valiosas para plasmar en realidad el proyecto democrático inclusivo de sociedad fraterna concebido por la Constitución. Los libros del Profesor Amaya aportan claves decisivas para consolidar el fortalecimiento de las instituciones. Nos muestran que la justicia social no está reñida con las libertades individuales y que la sociedad civil cuenta con insumos para controlar y limitar el ejercicio del poder sin que ello afecte la pretendida y necesaria eficacia de las políticas públicas que toda sociedad que desea prosperar debe poner en práctica. En síntesis, los libros del Profesor Amaya aportan claves valiosas para dignificar la vida en comunidad a través de la puesta en práctica de valores como la tolerancia, el espíritu crítico y la defensa de la libertad.
El Maestro Jorge Luís Borges afirmaba que “la lectura no resiste el modo imperativo pues se trata de una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz”. Pese a que coincido sin reservas con ese genio de la literatura, entiendo que el ejercicio de la ciudadanía sí constituye un imperativo cuasi kantiano razón por la cual, insto con fervor a quienes creen en las bondades del proyecto de vida comunitario dado por la Democracia Constitucional a que se sumerjan en la lectura de los libros del Profesor Amaya pues de allí, necesariamente, emergerán renovados, fortalecidos y con mucha mayor sensibilidad cívica… Ustedes primero y sus hijos y conciudadanos después, agradecerán ese esfuerzo intelectual eternamente…
Para terminar permítanme apuntar algunas líneas que, no por estar teñidas de afecto y gratitud pierden objetividad… Permítanme apuntar algunas líneas afectivas que tal vez grafiquen mejor aún toda la impronta y la grandeza de mi MAESTRO, MENTOR, AMIGO y HERMANO, JORGE ALEJANDRO AMAYA.
Hablando de las virtudes que distinguen a los referentes HUMANISTAS, nadie como el poeta portugués Fernando Pessoa graficó mejor el camino que debe seguirse para honrar el prodigio de la vida cívica y de la libertad. En unos versos publicados en el año 1933, el extraordinario poeta plasmó de manera célebre unos versos que se titulan “PARA SER GRANDE” que dicen así: “Para ser grande, sé entero. Nada tuyo exageres o excluyas. Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres en lo mínimo que hagas. Por eso la luna brilla toda…en cada lago, porque alta vive”
Jorge Alejandro Amaya interpreta como nadie la exhortación del poeta… Quienes disfrutamos del privilegio de escucharlo y leerlo, sabemos que el Profesor Jorge Alejandro Amaya nunca se guarda nada pues lo da todo siempre… es un hombre íntegro que pone todo cuanto tiene, todo cuanto sabe y todo cuanto es, incluso, en lo mínimo que hace… Su grandeza se hace patente en cada libro, en cada espacio cívico que va gestando sin descansoen toda Latinoamérica y en Italia, en cada una de las conversaciones íntimas que obsequia con frecuencia a quienes acuden a él…
Los que tratamos de aportar nuestro granito de arena para enriquecer el proyecto comunitario, esperamos que el Maestro Amaya siga regalándonos toda su lucidez por mucho tiempo más… Nuestras devaluadas Democracias necesitan más que nunca del aporte crítico y cívico que le brindan al mundo los escasos HUMANISTAS IMPENITENTES que tienen el coraje, la valentía, la honradez intelectual y el sentido del humor requeridos para salir de la zona de confort sin necesidad de consultar antes con los mandamases de turno pues se saben portadores de los atributos que se requieren para transformar la realidad y generar felicidad colectiva: autoridad moral, honestidad intelectual y compromiso comunitario…