Lo escuche y me pareció una descripción acertada de la realidad política y el principal desafío de la clase dirigente de nuestro país; sobre todo para los Congresistas, sobre para los nuevos, que tienen la oportunidad de servir a la patria elevándola.
Como siempre, los senadores y diputados que se incorporan por primera vez a las Cámaras tienen dos opciones. La primera, la más cómoda, es someterse a los intereses de los “antiguos” y continuar bajando la vara. La otra es poner todo el empeño en elevarla, arrastrando a los experimentados.
La frase completa que me resulta una verdad evidente es “La vara está muy baja, cualquiera se anima a saltarla”.
La frase refiere, por un lado, a una consecuencia. No se puede aspirar a buenos resultados cuando la conducción y la gestión está en manos de mediocres (la mediocridad en términos de José Ingenieros).
Por otro lado, refiere, como proceso, a que “antes”, en la historia reciente, el aspirante a un cargo de gobierno, en el poder Ejecutivo, Judicial o Legislativo e inclusive en el nivel Municipal o Departamental primero debía sortear una censura interna, intima.
Efectivamente, en cuando empecé a militar en la política, a mediado de los 60´s, escuchaba con frecuencia que, ante el ofrecimiento de un cargo público, en el ámbito o nivel que sea, la respuesta era “yo no estoy en condiciones de ejercer ese cargo”, “no estoy preparado o capacitado”, ectc.
La segunda censura correspondía a la organización, al grupo, que tenía la responsabilidad de postular a un candidato. En la especie, los partidos políticos eran una especie de cedazo, de filtro, que evaluaba el prestigio o desprestigio que podía ocasionar a la organización una candidatura. Esto ocurría, en plena dictadura donde los votos eran irrelevantes.
Es decir, las decisiones, en esos grupos, estaban más guiadas por el sentido de responsabilidad ante la sociedad que por los intereses egoístas de los mercachifles que veían en la política la vía del enriquecimiento y de los obsecuentes.
Sería un despropósito de mi parte plantear la situación como un reproche al “presente” con la repetida y remanida frase: “todo tiempo pasado fue mejor”; que resume una actitud, desprovista de todo compromiso superador, de rechazo a la invitación de salir de la zona de comodidad, a participar para revertir un proceso, un rumbo, que a todas luces debe ser cambiado, reorientado.
El desafío político, desde mi punto de vista, es romper el circulo vicioso de la mediocridad. Elevar la vara y construir un muro de contención por debajo de ella para que cualquiera que no esté en condiciones de sortearla no pueda escabullirse por debajo.
Por debajo, el inepto, solo puede estrellarse contra ese muro de contención de la mediocridad. Debemos hacerlo antes que sea la sociedad en su conjunto la que se estrelle con ese mismo muro.
Quien debe hacerlo es menos viable que preguntarse quien pueden hacerlo, o quienes está dispuestos a hacerlo. Los que disfrutan de la vara baja no lo harán, los que pueden hacerlo son los que tienen cierto poder y a los que conviene elevarlo es a nosotros, a la gente, que necesita un Estado que funciones mejor.
Para esta finalidad política vale la pena organizarnos.