De los rituales más importantes de la democracia, la base del significado implícito en el nombre de este sistema político son la elecciones. Hoy nuevamente las urnas nos convocan para cumplirlo; parados frente a ellas, las máquinas de votación volverán a interpelarnos y aguardarán estáticas que respondamos a esa pregunta que se repite cíclicamente: ¿en quién depositaremos nuestra confianza?
El sufragio es un derecho y a la vez una obligación. Derecho porque nos permite elegir a nuestros representantes, obligación porque no podemos ser indiferentes al destino de la Nación. Somos hijos de una gran colectividad a la que sus matices no la diluyen sino que la enriquecen. En un tiempo caracterizado por la fragmentación social y cultural, por la movilidad económica y por la incertidumbre como señas características, votar es un acto de unidad que legitima nuestro sistema de vida y de gobierno.
Este domingo 18 de diciembre del 2022 nos convoca el desafío de tratar de responder a varias preguntas que la realidad nos plantea. A grandes rasgos, ¿hay alguien, o algún proyecto político que no esté, cuanto menos, no tan consumido por los tentáculos del crimen organizado?. Si existiere uno, ¿cuál es?. ¿Existe alguna propuesta no inficionada por intereses que nada tienen que ver con las necesidades propias y actuales del Paraguay?; ¿cuál es, dónde está? Estas y seguramente varias otras son las preguntas que debemos respondernos a nosotros mismos para marcarle un rumbo distinto al futuro del país.
Las de hoy, que son internas simultáneas, determinarán cuánto oxígeno le queda al Paraguay del pasado, que aún es presente y que se resiste a morir. Y si ese oxígeno alcanzará para que la democracia siga viviendo por otra generación. Solo reponiéndonos del desánimo que nos provocan la corrupción y el crimen organizado, y yéndonos a votar es que podremos intervenir para torcer el rumbo que han marcado los sepultureros del derecho, la libertad y la democracia como estilo de vida.