Por Ricardo Alderete
Lo escuché al senador Juan Carlos Kalé Galaverna, decir en una entrevista radial que “si Dios no se mete, es imposible que Santi Peña no gane”.
El mismo Kalé que hace unas semanas exponía en plena sesión del Senado que era una persona chapada a la antigua, de valores tradicionales, que le asustaba la degeneración del ser humano, y que años atrás estuvo envuelto en un conflicto de pocas telas, del cual salió filosóficamente a defender su intimidad, expresando que “no existe chaleco antibalas para disparos directos al alma”. Quien abrazó, con fines electorales, el discurso provida y profamilia, en las últimas semanas, así como muchos lo hicieron en esta batalla que tiene como coliseo las internas partidarias.
Curioso es ver el nombre de Dios utilizado como enjuage bucal por muchos de nuestros políticos. La limpieza de conciencia es mucho más profunda y difícil de conseguir que con simplemente esbozar el monosílabo divino. Pretenden el blanqueamiento de sus intenciones invocando a alguien en quien posiblemente solo creen cuando el avión de la vida les va en picada y recurren a ese nombre cuando los maletines no son capaces de torcer algún voto o eliminar una enfermedad.
Cuando el fin es justificar el deterioro de la clase política, la cual la han manipulado a sus deseos perversos y con la que han cometido tanto mal durante tantos años, pero no pueden señalarse a sí mismos como responsables, apuntan arriba culpando los designios de ese Dios, que debería estar ahí para extender la alfombra y tapar la sangre de sus acciones y cerrar con llave el placar donde se encuentran sus muertos, porque ellos no son los responsables, ni siquiera el pueblo, es Dios quien los puso allí, Dios los eligió. Al responder qué es lo que hicieron y qué es lo que hacen, con ese poder concedido a través del voto popular, se olvidan de las reglas del bien y del mal.
Creo que la boca de Kalé Galaverna fue movida por un presagio que podría tenerlo como condena. Nada ha sido muy natural en este sinuoso trayecto que lleva a los candidatos colorados al 18 de diciembre. Designaciones de significativamente corruptos en ambos bandos que nadie supo ni pudo controlarlo a tiempo; un periodo de campaña atípico en el que las demostraciones de poder y fuerza se balancearon tanto que hoy hay incertidumbres donde antes parecían existir certezas y hay sensación de victoria donde antes se veía la película de una hazaña utópica. El Partido Colorado llega a esta recta final con dos modelos diferentes y con la profecía de un Monje Negro: si Dios se mete, Santi Peña pierde. Osado desafío.