Por Héctor Alegre
DE INJUSTICIAS Y ABANDONOS, EL FUERO DE LA NIÑEZ EN DEUDA
Son demasiados casos que uno ha visto en estos pocos más de 20 años de cumplir el ejercicio del periodismo judicial especializado para poder concluir con un pequeño margen de equivocación que varias partes de la Constitución Nacional, de los tratados internacionales y de la ley que uno se pueda imaginar que en realidad en la práctica son letra muerta y en donde prima no la norma sino la manera en cómo el más avispado o el más poderoso la pueda torcer a su gusto y paladar.
Y en donde esta “forma de comportarse” de la Diosa Astrea adquiere una dimensión más trágica es justamente en donde deberían de primar los más altos espíritus de la Justicia. Ahí, por ejemplo, nos podríamos detener en el Fuero de la Niñez y de la Adolescencia. En ese ámbito son demasiados casos en donde pude ser testigo, y en donde ojalá nunca sea víctima, de un sistema cuasi perverso armado para que el niño, la niña, el adolescente que se encuentre como víctima colateral de la guerra jurídica de sus progenitores sea usado como elemento de chantaje, como arma para hacer daño o hasta incluso como herramienta de lucro para los diversos actores que supuestamente deberían intervenir por el “BIEN SUPERIOR DEL NIÑO”
Y penosamente en esta dinámica de destrucción de la contraparte ingresan, Magistrados, Abogados, particulares en conflicto, técnicos asistentes, funcionarios. TODOS, con menos excepciones de lo que uno se esperaría en un sistema de protección integral de los menores de edad, forman parte de una estructura en donde el “INTERES SUPERIOR DEL NIÑO” del cual todos se llenan la boca en realidad esta absolutamente ausente.
Puedo asegurar que en los Tribunales de nuestro país son más los auxiliares de la justicia e integrantes de la familia judicial que ven a los expedientes del menor como simples discusiones en base al código civil sobre la tenencia de un bien o la recuperación de un crédito. Pues en eso han convertido el Fuero de la Niñez y de la Adolescencia, lo han convertido en la práctica en un debate civil sobre la tenencia de un objeto, sobre el lucro cesante de un bien de capital o sobre las sanciones pecuniarias por el incumplimiento de un contrato.
En nuestra sociedad hay muchísimos prejuicios que se presentan como verdades reveladas pero que son eso, prejuicios de cabo a rabo y al respecto les doy dos ejemplos.
El primer prejuicio se presenta cuando una persona, especialmente si es mujer, fue víctima de algún tipo de delito o hasta incluso crimen. Ahí se presenta la horrible sentencia social “Umm, algo habrá hecho”. El “algo habrá hecho” es descargar en la víctima de un delito o crimen la responsabilidad de lo que le sucedió. Y si esa víctima es mujer y si esa mujer fue sometida a algún tipo de abuso en su intimidad sexual esa sentencia se eleva con más fuerza como de los más bajos espacios de las cloacas de la sociedad, hundiendo el descrédito a quien busca un poco de justicia
Otro prejuicio presente en nuestra sociedad es que el hombre por ser hombre y por naturaleza fue, es y será un mal progenitor. La paternidad responsable es, para muchos por cuestiones hasta ideológicas, una rara avis que sin embargo no puede desmentir la sentencia que ciertos sectores de
la sociedad enarbolan como una bandera de reivindicación: “El hombre es malo y por consecuencia nunca será un padre responsable”
Si estos prejuicios se quedarán donde es su lugar, en los oscuros recovecos del pensamiento social, no habría problemas , pero cuando en la práctica de nuestros tribunales, en el día a día, los “algo habrá hecho” y “ no existe la paternidad responsable” se hacen realidad por culpa de no pocas juezas, jueces, profesionales del derecho, auxiliares de la justicia y ciudadanía el asunto cobra otra dimensión, una dimensión en donde sólo hay derecho y la justicia hace mucho ha saltado por la ventana.